22/01/2024

En la década del ‘20, con el crecimiento del tendido ferroviario, y para cubrir la necesidad de quienes trabajaban en esas obras, nació en Liniers un curioso tipo de construcción de casas de dos plantas de gran calidad, inspirado en un modelo holandés, que las familias iban pagando en cuotas accesibles. Cómo subsiste hoy una zona que por su tranquilidad se convirtió en un oasis en medio de la Ciudad

“Todas siguen un mismo plano. Todas tienen dos pisos. Todas se construyeron sobre lotes de 8,66 por 8,66”, explican los expertos. Lejos de la imagen más trillada del barrio porteño de Liniers –con sus mercados, las multitudes que se acercan a rezarle a San Cayetano, los comercios de la transitadísima avenida Rivadavia o la terminal de ómnibus– una postal inesperada emerge en el corazón con una zona en la que se ven, como si fueran fotocopiadas, decenas de manzanas con casas de dos plantas, que, en su origen, nacieron todas calcadas.

 Esta especie de oasis en plena ciudad de Buenos Aires no es más que el llamado barrio de “Las Mil Casitas”, un proyecto habitacional muy particular, que surgió en la década de 1920 para dar solución a un problema que parece no tener fin: el acceso a la vivienda digna.

“Hasta 1920 todo esto era campo. Liniers se desarrollaba más para el lado de Lisandro de la Torre y Rivadavia, ahí estaba el núcleo. Y lo único que había era muy poca construcción sobre Rivadavia. Lo que hoy es shopping era descampado y recién en el ‘20 empieza a hacerse ahí el Mercado de Frutos y Hortalizas. Estaba la pulpería en José León Suárez y Rivadavia, en campos que eran de la familia Fürts originalmente, y las únicas calles abiertas eran Lisandro de la Torre y José León Suárez”, cuenta a Infobae Nelly Pareja, docente y miembro de la Junta de Estudios Históricos del barrio de Liniers. Lo hace, justamente, en el corazón de “Las Mil Casitas”, la Plaza Sarmiento, de Tuyutí al 6900, un lugar que por aquellos años sirvió como lugar de acopio de materiales para las construcciones que luego le darían vida y una vista muy particular al barrio.

La necesidad de edificar en la zona surgió a partir de la expansión particular de la red ferroviaria. Tal como explica la experta, “en 1890, hacia finales del gobierno de (Miguel) Juárez Celman, lo que se hizo fue privatizar algo que estaba funcionando muy bien en manos del Estado, que era el Ferrocarril del Oeste”.

“De alguna manera empezaron a endeudarlo, a crear la necesidad de que se privatizara. Hay mucha polémica en los periódicos de la época: era una especie de comidilla que todo se trataba de una maniobra para privatizar. Finalmente privatizan el Ferrocarril del Oeste y justo se dio que eran ingleses los nuevos propietarios. Allí vino un ordenamiento de las líneas férreas y, como quienes reparaban y se dedicaban a lo mecánico estaban en Tolosa, surgió la necesidad de construir los talleres ferroviarios de Liniers”, detalla la docente.

“Cuando llegan los talleres, la gente que trabajaba en ellos seguía viviendo en Tolosa. Eran obreros y varios trabajadores especializados, muchos de ellos contratados en Europa en grandes talleres ferroviarios europeos. Entonces, ¿qué hacían? Venían, trabajaban acá de lunes a viernes y después se volvían a Tolosa. Hasta que, de a poco, fueron viniendo y fueron construyendo sus casas”, explica Pareja.

“El primer experimento fue el de las 40 casitas, unas casas sin lote en un pasaje. Pero no anduvieron mucho”, agrega Ignacio Messina, también miembro de la Junta y autor del libro Liniers contame tu historia.

Finalmente llegaron los talleres, que por la calidad de su construcción se mantienen en pie hasta hoy – “la Junta de Estudios Históricos de Liniers hizo gestiones para que se los protegiera, incluso se los hizo ver por expertos en patrimonio extranjeros y quedan maravillados porque son extraordinarios, los vecinos peleamos mucho para que no los demolieran”, afirman los expertos– y con ellos nuevos vecinos a una zona que se vislumbraba como próspera.

¿CASAS “BARATAS”?

Hacia 1922 las autoridades porteñas y la llamada Compañía de Construcciones Modernas comenzaron a edificar casas, siguiendo un plano igual para todas, luego de adquirir los campos de los terratenientes de la época.

Eran tiempos de la llamada Comisión Nacional de Casas Baratas, una institución pública que surgió a comienzos del siglo XX en Buenos Aires con la intención de ofrecer soluciones habitacionales para familias en una ciudad en plena expansión. Así nacieron, entre otros, la Casa Valentín Alsina –la primera “casa colectiva” en territorio porteño, frente al Parque Patricios– y el Barrio Cafferata, un conjunto de hogares muy pintorescos en Parque Chacabuco, que lleva su nombre en homenaje al impulsor de la Comisión, el diputado conservador Juan Cafferata.

Los miembros de la Junta de Estudios Históricos del barrio de Liniers hacen importantes investigaciones y relevamientos sobre la historia de la zona

En Liniers, surgían “Las Mil Casitas” con características muy particulares. Como describe un diario local por aquellos días, citado por Messina en su libro sobre la historia del barrio, se trataba de “casitas nobles, resueltas en su mayoría sobre lotes de 8,66 por 8,66 metros. Están bien iluminadas y ventiladas y fueron construidas con muy buenos materiales siendo sus proporciones de digno respeto”.

Según el relevamiento de la Junta de Estudios Históricos de Liniers, la construcción comenzó en la llamada “manzana F” (comprendida entre las actuales calles Ramón L. Falcón, Carhué, Cosquín e Ibarrola). La edificación se hacía con ladrillos fabricados en los hornos que durante muchos años existieron en la avenida Emilio Castro.

“Es importante destacar que esta zona fue perfectamente planificada de acuerdo al momento histórico. La Plaza, los pasajes, todo estaba en el plan”, apunta Pareja. Y su colega agrega: “La idea, además, fue optimizar el terreno. Por eso aparecen tantos pasajes en la zona”.

En Liniers, surgían “Las Mil Casitas” con características muy particulares. Como describe un diario local por aquellos días, citado por Messina en su libro sobre la historia del barrio, se trataba de “casitas nobles, resueltas en su mayoría sobre lotes de 8,66 por 8,66 metros. Están bien iluminadas y ventiladas y fueron construidas con muy buenos materiales siendo sus proporciones de digno respeto”.

Según el relevamiento de la Junta de Estudios Históricos de Liniers, la construcción comenzó en la llamada “manzana F” (comprendida entre las actuales calles Ramón L. Falcón, Carhué, Cosquín e Ibarrola). La edificación se hacía con ladrillos fabricados en los hornos que durante muchos años existieron en la avenida Emilio Castro.

“Es importante destacar que esta zona fue perfectamente planificada de acuerdo al momento histórico. La Plaza, los pasajes, todo estaba en el plan”, apunta Pareja. Y su colega agrega: “La idea, además, fue optimizar el terreno. Por eso aparecen tantos pasajes en la zona”.

Según registros de la época, la Compañía de Construcciones Modernas tomó en cuenta tres principios: exigió disciplina en la disposición en planta de las construcciones, por lo que se adoptó la edificación en fajas consultando la mejor orientación; se edificó “en serie” y con elementos standard para igualar el costo de las construcciones y se organizó en parcelas de terrenos amplias, con estructuras simples.

El primer grupo de viviendas constituyó el llamado Barrio Falcón y el segundo, el Barrio Tellier, antiguo nombre de la actual calle Lisandro de la Torre.

De avanzada para la época, las viviendas contaban con una planta baja, donde estaban la cocina, el baño y un living comedor; un entrepiso con un cuarto, y la segunda planta con dos habitaciones arriba. La intención, desde el diseño, era que sirvieran para que fueran habitadas por familias.

La Corporación Sarmiento era la encargada de la administración

“Estaba muy bien pensado: cada casa tenía un espacio pequeño atrás, para colgar la ropa, y otro adelante. Era un mismo plano y todas seguían esos parámetros. Había algunas modificaciones en las casas de las esquinas, porque tenían un espacio para guardar otras cosas y un poco más de jardín adelante”, afirma Pareja.

“El vecindario recibió tantas solicitudes de compra que al final se resolvió adjudicar las casas a través de sorteos especiales en los que intervenían algunas autoridades y un escribano público. Como al principio la comisión a cargo del tema se denominó ‘de Casas Baratas’, enseguida se popularizó el nombre de ‘casitas baratas’. Pero la denominación real era ‘casas modernas’. Además, de baratas sólo tenían el nombre: las cuotas a pagar por las mismas eran bastante altas para la época”, detalla Messina en su libro.

Por el interés que surgió a partir de estas construcciones, los pedidos de viviendas no fueron únicamente de trabajadores ferroviarios. “En principio fueron los trabajadores de los talleres, a quienes la empresa les descontaba la cuota por la casa en el recibo de sueldo. Cuando terminaban de pagar, se les daba la titularidad de la casa. Hay muchísimos documentos de la época de casas compradas de esa manera, otros que muestran que había pequeños punitorios ante las demoras en los pagos. Después fueron llegando empleados municipales, jóvenes profesionales, muchos docentes. Las casas eran amplias y las cuotas convenientes”, explican los vecinos.

“Con el tiempo tambien llegaron muchos bohemios. Acá tenemos artistas plásticos a patadas, escritores, escultores. Y el lugar de encuentro siempre fue la plaza. Entre otros, pasaron por las “Mil casitas” y sus alrededores el artista plástico conocido como Pérez Celis, los pintores Alfredo Corace, Tomás Ditaranto y Alfredo Plank, y el escritor Elías Castelnuovo, una de las principales figuras del llamado Grupo de Boedo.

Con la crisis del ‘30, la Comisión de Construcciones Modernas se retiró del proyecto, que quedó en manos de las autoridades municipales. Muchos de los compradores tuvieron que firmar nuevos contratos, se respetó el dinero que ya habían abonado y se fijó un nuevo valor, más alto, para las cuotas.

La administración de algunas cuestiones cotidianas estaba en manos de una de las entidades más antiguas de Liniers, la Corporación Sarmiento. “Es el organismo con el cual se hizo el puente de Liniers, el puente peatonal que sirve para cruzar las vías del tren, entre muchas otras cosas. Originalmente esa entidad servía para administrar las mil casitas. Porque acá había cosas muy originales: estas construcciones tenían gas, que era con monedas, toda una novedad para la época. Vos tenías una especie de medidor-alcancía”, sostienen los vecinos.

HOY

En la actualidad, quedan pocas construcciones ciento por ciento originales en “Las Mil Casitas”. Sin embargo, al transitar por la zona se nota perfectamente que las viviendas siguen una misma matriz de construcción y no hay edificios altos en la zona.

Según los vecinos, en la década del ‘60 comenzaron a verse las primeras reformas en las casas, que empezaron a diferenciarse, no solamente con los colores elegidos para las fachadas, sino también con pequeñas modificaciones exteriores. Tiempo después, también llegaron a verse las primeras rejas en algunas viviendas, además del cambio de puertas y ventanas.

Muchas de las casas en la actualidad lucen reformadas. Según corredores inmobiliarios, pueden llegar a salir más de 200 mil dólares

Muchas de las casas en la actualidad lucen reformadas. Según corredores inmobiliarios, pueden llegar a salir más de 200 mil dólares

De acuerdo a un agente inmobiliario del barrio, por la tranquilidad del un barrio y su buena conexión mediante el transporte público con el resto de la ciudad, cuando salen al mercado las antiguas representantes de “Las Mil Casitas” pueden llegar a costar cerca de 200 mil dólares, dependiendo de las reformas que hayan sufrido con el paso de los años.

Pasaron más de 100 años desde el surgimiento de iniciativas como la Comisión de Casas Baratas y, pese a que el derecho a la vivienda adecuada se encuentra garantizado en el artículo 14 bis de la Constitución argentina, con varios tratados internacionales que reafirman su importancia, y la crisis habitacional no se resuelve.

Hace 10 años, el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 2010 precisó que el déficit habitacional en la Argentina era de 2,5 millones de hogares y los números van en aumento. Mientras tanto se espera una definición sobre el proyecto de ley de alquileres a nivel nacional (sólo en la Ciudad de Buenos Aires son más del 40% los ciudadanos que alquilan) y distintos relevamientos señalan que más de tres millones de personas viven en asentamientos precarios en todo el país.

Lo que ocurrió hace cien años en Liniers quizá sirva como un ejemplo a seguir: al recorrer sus pasajes no deja de llamar la atención que esas casas, ofrecidas en cuotas a precios accesibles, sean habitadas cómodamente por miles de familias en la actualidad.

“La experiencia de este barrio sirve para ver que hubo una planificación y que se hizo mediante una decisión política de las autoridades del momento con la finalidad de resolver un problema concreto de la época”, concluye Pareja, mientras camina bajo la sombra de los árboles de la plaza, en la que juega un grupo de niños.

Fotos: Gustavo Gavotti
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